miércoles, 27 de junio de 2007

Naturaleza

Para quienes me habéis seguido desde el principio, ya sabéis que llevo en Cantabria más de un año después de mi vuelta a mis orígenes. Recuerdo cómo por esta época del año, desde mi ático en la madrileña zona de Orense-Hernani, empezaba a sufrir las altas temperaturas, un verano que llegaba inexorable y que hacía que fuera difícil conciliar el sueño, sobre todo en aquellas noches de domingo en las que llegaba de pasar el fin de semana en Cantabria y en las que, en una ocasión, a las 10 de la noche había 36,7 º dentro de casa. Aquel verano del 2004 fue tan caluroso que en dicha noche una de las velas que tenía en la mesa del salón llegó a doblarse hasta quedar la mecha mirando al suelo.

Hoy día disfruto de los suaves veranos de Cantabria, en una localidad cercana a Santander, en la cual la vida es muy confortable. Ahora mismo os escribo desde el porche de nuestra casa, oyendo cantar a los pájaros y con un manto de nubes que cubre el cielo, oyendo las campanas de la iglesia tocar las nueve y a punto de empezar a cenar con mi esposa en un atardecer lleno de tranquilidad. Hace ya muchas horas que he acabado de trabajar, otra diferencia con Madrid, y eso hace que sea mucho más fácil desconectar y vivir siendo consciente de que hay que aprovechar cada minuto.