sábado, 1 de marzo de 2008

De amigos a conocidos

Años me he estado planteando la evolución que sufren los lazos de amistad con el paso de los años. En clave de redes sociales, podríamos ver dos amigos como dos nodos que interactúan entre sí. En dichas redes, normalmente, se representa un trazo entre tales nodos que es más grueso cuanto más intensa es la relación. Hasta ahí, quizá nada reseñable o aplicable a mi preocupación.

¿Qué ocurre cuando una relación, en principio bidireccional, se va convirtiendo en unidireccional? ¿Qué ocurre si siempre es uno mismo quién llama para quedar, para saber, para retomar, para charlar?

Esa sensación es la que he tenido con la mayoría de mis amigos del colegio, de la universidad e incluso a nivel laboral. Me siento como el que siempre llama y al que nunca llaman. Como el que por enésima vez con el emésimo amigo trata de retomar la relación. Esto me embarga en un sentimiento de cierta culpabilidad, ya que cuando pasa puntualmente se pueden tener argumentos para pensar que la culpa puede ser del otro. Pero, ¿qué ocurre si esto pasa repetidamente con amigos de diferentes etapas, ciudades, ámbitos y edades?

A mi lo que hace es sumirme en un extraño de desaliento, de preocupación e incluso de culpabilidad. Mi única salida, a veces, pensar que es cosa de la edad, o de que tiene más peso el interés puntual que la trayectoria. ¿Qué opináis?

8 comentarios:

Javier Gómez dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, a mi em pasa lo mismo... pero bueno así es la sociedad en la qeu vivimos, ¿Qué le vamos a hacer?

JP dijo...

Sí, quizá además de ser cosa de nuestra edad es de la edad de la sociedad, esto es, de cómo van cambiando los tiempos, las ciudades, las relaciones... eso mismo digo yo, ¿qué podemos hacer?

Cécile dijo...

Yo soy siempre de las que llaman. A veces me compensa, porque ves que a la otra persona le alegra aunque luego no te devuelva la llamada. Otras veces ves un desinterés manifiesto que me suele apenar y decepcionar. Pero, en general, me resisto a romper los vínculos con aquellos que han sido importantes para mí, siempre he sido así, el que no me entienda peor para él. A cambio de esos chascos conservo amistades desde la infancia, de lo cual me siento especialmente orgullosa porque me dan muchas satisfacciones.
Saludos.

JP dijo...

Entre desistir y seguir llamando a quien no te llama, la elección es difícil.

JP dijo...

Entre desistir y seguir llamando a quien no te llama, la elección es difícil.

Cécile dijo...

Pues sí, qué me vas a contar...

Campu dijo...

Debo presumir de tener buenos amigos y muy diferentes entre sí...de la universidad, de Madrid, del colegio, de la infancia...
Con muchos apenas hablo una o dos veces al año, con otros intercambio letras escritas sobre papel o pantalla más a menudo que cuando no existían estos bichos...
Aun así, hay personas que sé que siempre estarán ahí, a las que quiero y me consta que me quieren...todos ellos forman parte de mi vida y son como esos recuerdos vivos de experiencias compartidas...de momentos más duros, de momentos buenos y muy buenos...pero siempre recordados con un cariño especial y a veces también con algo de nostalgia...

Y, efectivamente, hay gente que se ha quedado por el camino, a veces por circunstancias y otras veces porque no he querido mantenerles en los vagones de mi tren. Creo que son estos últimos los que no merecen la pena...se van y por un motivo.

Con el tiempo y con la edad, uno se vuelve más selectivo (precisamente por eso, por la falta de tiempo entre otras cosas) y ya no quiere perder sus minutos de ocio con personas que no le aportan nada...o que lo que le aportan es negativo.

Sigo dándome paseos por tu blog, JP...

JP dijo...

Gracias Campurriana por pasarte por el blog y retomar esta entrada.

La memoria no es lo único selectivo en nosotros y el tiempo es oro. Aún así creo que malgastamos a veces mucho tiempo como para justificar perder algunos lazos con antiguos amigos, pero es muy complicado.