jueves, 10 de abril de 2008

El síndrome de la hoja en blanco

A veces en el trabajo, cuando uno está más espeso de lo habitual, se sufre eso que algunos llaman el síndrome de la hoja en blanco. Desconozco si es un término científico o si está acuñado dentro de la cultura popular, pero es un término muy gráfico. Lo que sí es cierto es que la búsqueda del término en la primera página de google proporciona como resultado muchas (8 de 10) entradas de blogs, que no he querido leer para no condicionar mi este post.

En el trabajo, un informe, una presentación, un estudio, sobre todo si es de un tema que no controlamos bien o al que tenemos una cierta aversión, pueden hacer aparecer ese síndrome de la hoja en blanco. Ahí os recomiendo una técnica que consiste en hacer lo primero del día aquello que menos nos apetece hacer, porque estamos con la mente más despejada y, sobre todo, porque si conseguimos hacerlo y superarlo, nos será más sencillo abordar el resto de cuestiones cotidianas.

Pero quizá en lo personal no hay recetas mágicas para enfrentarnos a algo que nos preocupa, que nos da miedo o que no nos gusta. Suele venir bien recoger algún punto de vista. Una opinión amiga ayuda a desatascar y afrontar que hay que tener voluntad y ánimo para superar barreras, para avanzar y alcanzar nuestras metas.

En lo personal esa hoja en blanco es mucho más imaginaria, no consiste en un documento, ni en una presentación, en lo personal puede ser una mirada, un gesto, una palabra. Comportamientos necesarios para ayudar a los demás o para superarnos personalmente, que no son fáciles de modelar y que no podemos leer porque están en nuestra mente, muchas veces en lo más profundo de nuestra personalidad, de nuestros instintos y de nuestras debilidades.

Lo bueno es que superando el síndrome de la hoja en blanco, realizando cosas que no nos gustan o para las que creíamos no estar preparados, crecemos, y no siempre es necesario crecer verticalmente, sino que ampliarnos horizontalmente muchas veces es enriquecedor.

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